Blancas, negras, radiantes y eternas, las perlas son como delicadas gotas divinas que llevan un mensaje: la belleza puede surgir del dolor. La ostra llora lágrimas nacaradas. Irritada por el parásito invasor, lo abraza, lo aísla, lo hace suyo. Y, del enemigo crece una perla, lentamente, capa tras capa. Inmaculada metamorfosis del dolor. La yema del oriente misterioso, no se sabe dónde empieza y dónde termina, se fondo dentro la aureola que le rodea, y ilumina quien la luce haciendo resonar su perla interior.
Llorar Perel. La colección de mi retorno.
Nuria Ruiz